Donde fuiste tan feliz siempre regresarás

Beit Sahur, Gobernación de Belén, Palestina1 MesPaz, Justicia e Instituciones Sólidas

¿Por qué Palestina?

Hay lugares donde uno se queda, y lugares tan especiales que son capaces de permanecer en uno, vayas donde vayas.

El verano de 2017, mientras daba mis primeros pasos en el área de finanzas de una empresa de gran consumo, mi cabeza no paraba de dar vueltas en torno a la idea de hacer algo más. Desde quien piensa que sabe muy poco, pero que busca mucho, esto no era novedad, ya que siempre he sido una persona muy curiosa, habitualmente en áreas fuera de mi campo de trabajo. Pero esta vez necesitaba pasar a la acción, poner mis ganas y mi tiempo a disposición de algo que no fuese yo misma. Fue entonces cuando decidí que quería invertir mi mes de vacaciones del trabajo en hacer un voluntariado.

Al principio busqué muchísima información sobre ONGs, proyectos y lugares del mundo que me llamaban la atención. Pero por casualidades de la vida, o como a veces suelo decir, “diosidades”, un buen amigo me envió un formulario para solicitar una plaza como voluntaria en una ONG (YouthWakeUp) que acababa de empezar y que necesitaba  10 personas para irse todo el verano a Palestina, concretamente a Belén. Unas semanas después de completar el proceso de inscripción recibía este correo:

Correo de selección para el primer equipo de voluntarios en terreno

El objetivo de YouthWakeUp es promover iniciativas de acción social e involucrar a jóvenes de comunidades en zonas de conflicto en proyectos de acción social y desarrollo, para que participen en la mejora de su entorno y sean promotores del cambio que les pertenece. El primer proyecto con el que arrancaba la organización consistía en asistir a niños con discapacidad funcional y jóvenes en riesgo de exclusión social. Os dejo un vídeo contado por Hala, una de las voluntarias locales de la organización, que resume muy bien la misión de YouthWakeUp en terreno:

Fuente: YouthWakeUp Vídeo "Denuncia, Actúa, Cambia el mundo"

Os diré que algo me decía que no tenía ni que pensármelo, que esa era la opción que estaba buscando, aunque no conocía a nadie y me iba literalmente sola. No os voy a mentir que cuando se lo comuniqué a mi familia y amigos, muchos pensaron que no iba en serio, que cómo iba a malgastar ir mi único mes de vacaciones del año en una zona del mundo en conflicto, que, en definitiva, no estaba tomando una buena decisión. Y os aseguro que pocas veces he podido tomar una decisión con tantísima rapidez y seguridad. 

Llegada a Belén

En Madrid tuvimos una formación previa al viaje, donde pude conocer al resto de los que seríamos el primer equipo de voluntarios en terreno. Allí nos detallaron todo lo que necesitábamos para prepararnos como voluntarios, además de todos los detalles técnicos del viaje. Ir solo a este tipo de experiencias nunca es un inconveniente, de hecho, os confieso que creo firmemente que es como más lo puedes aprovechar. Piensa que todo el mundo que se lanza a ayudar a otros parte de la misma base que tú, que es querer aprender a desprenderse de uno mismo para darte a los demás.

Algo que me parece importante destacar, y en lo que nos incidieron mucho en la formación, es que  la verdadera labor como voluntario empieza desde España, no cuando llegas al destino. Es decir, para poder ayudar como se esperaba de nosotros teníamos que empezar a cambiar el chip desde ese mismo momento.

Para llegar a Belén hay que volar al aeropuerto de Tel Aviv, en Israel. El proceso de entrada y salida del país por temas de seguridad es bastante tedioso, y una vez llegas tienes que pasar un proceso de unas preguntas de los motivos de tu visita. Por supuesto, nosotros no podíamos decir bajo ningún concepto nuestro motivo real de venir a cooperar a Belén, por lo que todos los voluntarios decíamos que veníamos de peregrinación a Tierra Santa.

Desde Tel Aviv puedes acceder a Palestina sólo en coche o en autobús. Para esto, hay que pasar un muro que separa Israel de Palestina y que todavía a día de hoy sigue creciendo. Un muro de aproximadamente unos 10 metros, controlado día y noche por soldados israelíes. Habitualmente la entrada no es complicada, aunque ningún autobús te deja a las puertas del check point, incluso no te piden documentación. El verdadero problema es para salir, ya que los palestinos necesitan un visado para poder pasar al otro lado, y, en la mayoría de los casos no disponen del mismo.

Parte del muro en la zona de Beit Jala

Equipo de voluntarios julio 2017 YWUp!

En Belén hay 3 zonas o barrios: Beit Jala, que es la denominada zona A, área israelí controlada por israelíes, Belén, que es la zona B y centro de la ciudad, área israelí controlada por palestinos, y por último Beit Sahur, zona C y área palestina controlada por palestinos.

Vista desde la casa de voluntarios en Beit Sahur

La casa de voluntarios estaba en esta última zona y nuestro proyecto principal estaba en Belén, en un orfanato que se llama “El hogar” y que gestionan unas monjitas argentinas de la orden del Verbo Encarnado. Ellas han apostado por dejar sus vidas y sus ambientes anteriores para cuidar a todos los niños discapacitados que puedan acoger. 

En Palestina la realidad es que la comunidad árabe tiene un índice muy elevado de abandono de niños enfermos o con discapacidad, principalmente porque en esta cultura no está aceptado de la misma forma que en otros países.             

Bajá, uno de los niños más especiales del hogar

Cuando conocí a estos niños en el hogar se me rompieron todos los esquemas y prejuicios que traía conmigo desde España y pronto comprendí, que estos niños son, como solemos decir en la organización, ángeles en la tierra. Todo el amor que les dábamos nos lo devolvían multiplicado por 100. Algunos tenían síndrome de down, otros esquizofrenia, parálisis cerebral algunas enfermedades degenerativas que impiden su crecimiento y en ocasiones, no tienen cura. Me impresionaba muchísimo ver la gran familia que habían construido las Hermanas allí con ellos y cómo se volcaban día a día, sin cansancio, en darles una vida mejor y digna. Nosotros organizábamos actividades durante el día para estimularles y ayudábamos a las monjitas en las tareas de los baños y comidas y cenas.

Además también aprovechamos para aprender algunas palabras en árabe y comunicarnos con ellos en las cosas más básicas, como podéis escuchar en este audio. Una de las chicas del hogar me enseña a decir Marhaba ("Hola"), Kif Halik ("Qué tal estás" para chica, Kif Halak sería para chico), Tamam ("Bien"). Pero sin duda alguna nuestras primeras palabras fueron La ("No"), Yala (lo usábamos un poco para todo, "Vamos") y Shukran ("Gracias").

Uno de los niños que me tocó especialmente el corazón se llamaba Dudu, tenía 3 años y una parálisis cerebral muy avanzada, que hizo que a los pocos meses de mi vuelta a España falleciera. Dudu ha sido uno de esos ángeles que lo único que podía hacer era mirarnos, porque no pronunciaba ninguna palabra, y que lo hacía de una manera desgarradora porque su vida se consumió en muy pocos años, pero cambió la de muchos que pasamos por el hogar. Gracias a esta experiencia descubrí el servicio a los demás, y lo plena que me hacía desprenderme de mí misma para entender a otras personas con realidades muy distintas. También entendí lo importante que es hacer por los demás en silencio y con el corazón en la mano, no por engrandecernos o para que los demás lo vean, sino porque es la forma de hacerlo igual en nuestros ambientes cotidianos, con nuestra familia, en casa, con tu novia o tu novio, con nuestros amigos. Te das cuenta de que aquí vivimos con mucho ruido, pero lo que realmente importa es intentar quitarse todo el posible de encima para vivir con un corazón sencillo y desprendido, desde donde tiene que darse cada uno en su día a día.

Tarde en el hogar con Dudu

El día a día y personas especiales

Cuando vivía en Belén, dividieron al grupo de voluntarios y por las mañanas me destinaron a otro proyecto con adolescentes en riesgo de exclusión social. No tenían enfermedades como los niños del hogar, pero no podíamos perder de vista que viven una realidad muy distinta a la de cualquier joven en Europa, ya que la falta de esperanza por no disfrutar de la misma libertad que otros hace que esta situación determine toda su vida. El proyecto lo gestionaba Acción Católica y nosotros colaboramos con ellos a través de nuestros “summer camps” (en árabe se dice "mukhajam". Me asignaron un grupo de 10 niñas de 14 años y 2 niños de 13 años, todos árabes, que apenas hablaban inglés. Os podéis imaginar que la comunicación  no era fácil, y además estaban en plena edad del pavo. Sin embargo, había algo común a todos y es que aunque en Palestina el 90% de la población es musulmana, estos niños pertenecían a ese 10% de cristianos. Se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo cómo empezábamos los días de campamento, antes de los juegos, rezando con ellos porque así lo pedían, en árabe y en español. También verles junto a sus familias cuando nos los encontrábamos por el pueblo y nos saludaban con orgullo, diciéndoles a sus padres “ahí está mi profe de España”, ver cómo lo viven todo sin miedo y convencidos, en comunidad. El último día del campamento fue muy especial porque juntamos en un "Talent show" a los niños del hogar con los de los camps de Acción Católica y fue muy emocionante verles a todos juntos aplaudiéndose y saliendo de lo que venían estando acostumbrados todos los días.

Campamento de Acción católica: Antón y sus amigos

Recuerdo una anécdota que me emocionó mucho de uno de los niños de mi grupo. En Belén, seas musulmán o cristiano siempre es muy habitual que lleves algo encima que muestre a los demás cuál es tu fe, en el coche, en tu casa o como complemento. Por esta razón, yo siempre llevaba encima una cadena con una cruz de nácar muy pequeña y uno de mis niños, que se llamaba Antón y era el que solía dar más la nota, principalmente porque tenía el mayor pavo de todos. Desde el primer momento no paraba de preguntarme que por qué llevaba una cruz tan pequeña, no le gustaba nada. Yo la verdad que no sabía que contestarle, a mí me gustaba y no entendía su pregunta. Un día Antón apareció en el campamento con una cajita roja, yo le veía ir de un lado a otro preguntando algo a todos los voluntarios. La realidad es que en la cajita que traía había una cruz de plata más grande que la que yo solía llevar y que me traía como regalo. Les preguntaba a todos cuál sería la mejor forma de dármela y si me haría ilusión. Me contó que su familia tenía un negocio de tallar cruces, y que había pensado que yo tenía que llevar una cruz más grande para que la viera todo el mundo, una de verdad de Belén. Es increíble pensar como un niño con una cultura y una vida tan distinta a la mía, me hizo sin duda uno de los mayores regalos del viaje, su inocencia y su generosidad desbordante.

El regalo de Antón

Si tengo que pensar en personas especiales, no puedo olvidarme de Yazan. Desde la llegada de los primeros voluntarios a Belén, los jóvenes locales de nuestra edad nos acogieron muy bien y en muchas ocasiones, también se animaban a colaborar con las actividades de la ONG. Cuando terminábamos los camps del día, nos juntábamos para hablar, ponernos al día, tomar una cerveza o simplemente compartir impresiones distintas. De todas las personas que conocí, Yazan ha sido sin duda la persona más especial por su sensibilidad y porque a los dos nos encanta pintar. Él trabaja en una tienda del artista Banksy justo al lado del muro y durante ese verano me enseñaba su trabajo, charlábamos un rato y aprovechaba para preguntarle con confianza sobre cómo viven ellos el conflicto. Gracias a Yazan tuve la suerte de conocer otra cara más real y escondida de Belén, la que habitualmente no nos cuentan y a la que es más difícil acceder en cualquier medio. Todavía a día de hoy mantenemos el contacto y cada vez que puedo volver de visita nos vemos para ponernos al día con una buena Sheperd's (cerveza local palestina buenísima).

Yazan, Maca y yo en Wall MArt, la tienda donde trabaja Yazan

Yazan en taller de pintura con algunos de los niños locales

Y por supuesto no puedo olvidarme de los voluntarios. Creo que una de las cosas más especiales de este tipo de experiencias son las personas con las que lo compartes en primera línea, y que muchas veces son grandes desconocidos para ti el primer día. Por las noches, cuando volvíamos a casa nos tocaba preparar la cena por equipos, nos la intentábamos currar como premio para todos y comentábamos el día que habíamos tenido. En estos momentos de parar, conocías un poco más sobre las vidas de tus compañeros y nos apoyábamos en lo que nos podía costar un poco más al día siguiente en los campamentos. Muchos de ellos a día de hoy son grandes amigos y estoy convencida de que me los llevo para siempre :)

Viaje por Palestina y Tierra Santa

En nuestra última semana del voluntariado hicimos un viaje de peregrinación por Tierra Santa y algunos territorios palestinos. Empezando por Belén, pudimos conocer de primera mano algunos de los campos de refugiados como el de Ayda, situado al norte de Beit Jala, donde viven aproximadamente 5.000 personas.  Durante la guerra, miles de palestinos fueron expulsados o huyeron por el avance de las tropas israelíes en lo que se conoce como la Nakba. Israel no permitió a estos refugiados palestinos volver a sus hogares, por lo que desde Naciones Unidas decidieron crear campamentos de refugiados para ellos en distintas zonas de Palestina y la franja de Gaza. La entrada al campo de refugiados de Ayda tiene una llave que simboliza que les arrebataron sus propios hogares y que aún conservan las llaves de los mismos como símbolo de que algún día volverán.

Entrada al campo de refugiados de Ayda

Los nombres de los niños que fallecieron en las revueltas de 2014

Esa semana visitamos también Haifa, Nazaret, Tiberiades, Caná, Cafarnaún, Jerusalén e incluso pudimos visitar la zona fronteriza con Siria, los altos del Golán. El día que teníamos que volver a Belén nos avisaron de que había jaleo en el muro, ya que era viernes y esto era muy común en fin de semana, y por no arriesgarnos a cruzar a Belén tuvimos que buscarnos la vida para dormir en la zona más cercana al lugar donde nos encontrábamos, que era Tiberiades. Como los alojamientos estaban todos llenos y eran carísimos decidimos ir a dormir a ras de suelo a la playa, a orillas del mar de Galilea con lo que llevásemos encima y al día siguiente ya pensaríamos que hacer. Fue uno de los momentos más especiales del viaje, cuando te das cuenta de que estás allí, confiando en que un imprevisto más ha cambiado nuestro cómodo plan y rodeada de personas que conoces desde hace prácticamente un mes pero con los que ya compartes muchas más cosas de las que imaginabas al principio.

Vista de Tiberiades

Equipo de voluntarios en el mar Muerto

Vuelta a España

Algunas de las grandes lecciones que me llevo para toda mi vida de esta experiencia:

- Comprendí que en esta parte del mundo muchos jóvenes no nos damos cuenta de la cantidad de oportunidades que tenemos para hacer cosas grandes desde donde estamos, mientras que en Palestina la falta de esperanza entre los jóvenes locales es más que patente.

- Entendí lo importante que es ver el mundo desde los ojos de los demás, no los nuestros, para entender bien sus necesidades y no las que nosotros creemos, que la barrera de la comunicación con otras personas sólo puede solucionarse desde la paciencia y la confianza de dejar a los demás hablar libremente, y no mal interpretar.

- Allí te das cuenta de que los tiempos son muy distintos para unos y para otros, allí se vive el día a día, y aunque en terreno no somos expertos de  nada, nosotros venimos a aprender mucho de la gente local para compartir conocimiento, experiencias, y animarles a ser más comunidad entre ellos. 

- Mi gran lección para la vuelta, en resumen, es que el primer voluntariado empieza en casa y que este viaje, sin duda alguna, no fue una casualidad, como tampoco conocer a todas las personas que me llevé por el camino.

Beit Sahur, Belén, nos atrapó a todos. A algunos de tal manera que se quedaron algunos meses más a darse por completo desde allí, y a otros, que entendimos que nuestro sitio en ese momento estaba en España, a poner nuestro granito desde el equipo YWUp que se formó en Madrid. Desde entonces, pude volver 2 veces más a terreno para ver cómo los proyectos con la realidad de ya no sólo jóvenes, sino de una comunidad palestina entera, siguen creciendo y dando mucho fruto. De todos ellos me gustaría destacar el proyecto "Tu historia de verdad importa", de la mano de la fundación "Lo que de verdad importa". A través del mismo se han publicado 3 libros escritos por jóvenes palestinos que narran las vivencias de sus mayores, a los que pudieron entrevistar de primera mano. Os dejo el link al vídeo resumen: Tu historia de verdad importa - Palestina

Para terminar, me despido con una canción que marcó el viaje de ese primer equipo de voluntarios de julio 2017 y que cada vez que la escuchamos nos hace volver al "lugarcito", con mucho, mucho cariño :)

Canción "La hoguera de los continentes"

Escrito por

Escrito por

Carmen Ovies

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Ubicación

Beit Sahur, Gobernación de Belén, Palestina

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