Un ejército de voluntarios para combatir la guerra en Ucrania

Cuando estalló la guerra en Ucrania, con mi hermana coincidimos que teníamos que hacer algo para ayudar. No estaba claro cuál era la mejor forma, pero estabamos decididos a aportar nuestro granito de arena para acompañar a miles de refugiados que día a día se veían obligados a escapar de su país en busqueda de un futuro mejor para ellos y sus hijos/as. 

Muchas opciones se nos abrieron por delante para ayudar, pero había una que nos llamaba por sobre todas: ir a la frontera y desde ahí colaborar con los diferentes esfuerzos que muchos voluntarios y organizaciones estaban haciendo. Queríamos involucrarnos desde un lugar donde sentíamos que podíamos generar el mayor impacto posible. Teníamos un montón de dudas respecto al cómo, pero estabamos convencidos de que era lo que teníamos que hacer.

Fue así cómo un día decidimos tomar un avión a Polonia y conducir hasta la frontera, sin mucha certeza respecto a qué nos ibamos a encontrar. Cuando llegamos al cruce fronterizo de Korczowa, uno de los principales pasos entre ambos países, nos encontramos con una situación mucho más devastadora de la que cualquiera de nosotros se podía imaginar. Miles de mujeres y niños (los hombres están obligados a quedarse y luchar) cruzaban cada segundo cargando en sus hombros una pequeña mochila con todos sus sueños, sueños que hasta hace poco eran la de una persona normal, viviendo en un país normal. La mayoría de ellos habían perdido su hogar y muchos a sus maridos y padres. La vida que llevaban había sido arrebatada inesperadamente por una decisión que nadie entendía. 

Una vez allí nos dimos cuenta de que había muchas formas en las que podíamos ser útiles. Desde transportar gente a lo largo y ancho de Polonia (gente que buscaba un nuevo "hogar"), comprar medicamentos y alimentos para los centros de refugiados, ocuparnos de recibir a la gente que cruzaba de noche con mantas y bebidas calientes (en promedio las temperaturas eran de 10 grados bajo cero), y hasta más importante aún, ser oídos para la desesperación de muchas familias y hombros para llantos desconsolados de personas que viajaron días escapando a los bombardeos del ejército Ruso. Para buscar generar el mayor impacto posible, decidimos lanzar una campaña de recaudación de fondos, pidiendole a amigos y familiares que nos ayuden con lo que podían aportar. La respuesta fue masiva, extendiendose a muchos desconocidos que vieron la oportunidad de poder ayudar desde su lugar. Esto nos permitió contar con un fondo de varios miles de dólares, dinero que logró cubrir las necesidades inmediatas de diferentes centros de refugiados y orfanatos en la zona. Medicamentos para niños que llegaban pálidos y con hipotermia por el extenso viaje que habían sido sometidos (tristemente un día un chico de 4 años murió esperando para cruzar debido al frío), antibióticos para enviar a las zonas de conflictos en Ucrania, alimentos para refugiados que hace varios días que no comían apropiadamente, juguetes para miles de chicos que lograban sacarle una sonrise ante tanto dolor, vitaminas, pañales, y muchas otras cosas más. 

Cuando había lugar dormíamos dentro del centro de refugiados, acompañando a las personas que no podían conciliar el sueño debido al trauma al que habían sido expuestos (bombardeos en sus hogares, muerte de familiares, días durmiendo en sótanos sin ver el sol, etc,). Si no era dormir en el coche, planificando las compras y rutas del día siguiente. Si no era quedandonos despiertos llevando personas a diferentes ciudades de Polonia, con días de más de 1,000 kilometros de carretera. Lo que nos mantenía despiertos y activos era la sensación de que cada segundo contaba y no queríamos perder tiempo valioso que se podía usar para ayudar.

Nosotros fuimos por nuestra cuenta, pero había muchas organizaciones y voluntarios que estaban haciendo un trabajo admirable en el territorio, muchas de las cuales terminamos trabajando en conjunto (UNHCR, Intersos, Cruz Roja, etc.). Entre todos buscabamos tratar de alivianar, aunque sea por unos segundos, el peso que significaba haber perdido todo. En muchos de los viajes las personas nos compartían que era ese todo. Era el haber perdido la escuela para una chica de 16 años de Ivankiv que se estaba por egresar, era el haber perdido al marido para una mujer que vivía en las afueras de Kiev, era el haber perdido su hogar para una jóven de Mariupol, era el haber perdido a su amigo del equipo de futbol que no pudo salir a tiempo para un estudiante de Dnipro... Mucho dolor que muchas de estas personas siguen sufriendo. 

Más allá de que fue un pequeño granito de arena, confío que para muchas personas la ayuda de todos fue un signo de esperanza de que hay mucha gente dispuesta a ayudar y salir de su zona de comfort para acompañar a los que más lo necesitan. 

Quiero terminar con las palabras de Arika, una jóven que cruzó sola la frontera dejando atrás a su marido y a su familia. Sus padres la obligaron a irse y las últimas palabras que le dijeron fue "andaté, viví tu vida, y se feliz". A pesar de eso, ella estaba eternamente agradecida con la ayuda de todos los voluntarios. Nos pidió que grabaramos un video para agradecer a todos los que de alguna u otra manera estaban ayudando para que la transición a la nueva vida sea más facil. "Estamos siendo asesinados y no sabemos porque. No sabemos porque nuestros chicos tienen que sufrir tanto. Y verlos a todos ustedes, sonriendo, queriendo ayudar, es un regalo y un apoyo enorme para todos nosotros. Sabemos que esto surge del amor y la bondad, y estoy cada vez más convencida de que el amor nunca va a ser derrotado".