Dos semanas inolvidables
Esta Semana Santa para mí ha sido un regalo. Cuando decidí ir a Tánger para colaborar con la Fundación Cruz Blanca de lo único que tenía miedo era de no querer volver.
Todo comenzó cuando un amigo, estudiante de medicina, se informó sobre la posibilidad de colaborar en el Dispensario y se puso en contacto vía email con el Padre José, Hermano Franciscano en Tánger. Él fue quien nos facilitó la estancia y nos indicó el número de personas que podían dedicarse a cada proyecto.
Debido a la cantidad de voluntarios que acudían en esas fechas, la “Casa Nazaret” estaba repleta, así pues, pudimos hospedarnos en “Casa Riera”, residencia y colegio donde las Hermanas Franciscanas Misioneras educan y ofrecen servicio de comedor infantil, entre otras muchas obras.
Tengo pasión por los niños, y experiencia por un voluntariado anterior, por ello ayudé en todo lo relacionado con los menores (Proyecto Al Basma) y la cobertura de sus necesidades básicas. Nos organizamos de forma que cada grupo de personas se dedicaba a un proyecto. Aun así, tuve la oportunidad de ver el trabajo realizado en el dispensario (sin colaborar por no tener conocimientos) y tuve el privilegio de compartir mi tiempo el último día con los discapacitados de Casa Nazaret. El idioma árabe no es barrera, algunos entienden francés y si no, con una sonrisa y ganas de ayudar basta.
Tánger está tan cerca de España que se hace incluso más llamativo el contraste entre países vecinos. La vida se hace en la calle, en un entorno no aconsejable para multitud de niños y jóvenes que sobreviven, literalmente.
No se me ocurre mejor inicio para el baúl de los recuerdos que describir nuestra llegada a Tánger. Nada más bajar del ferri, dejamos las maletas corriendo y nos fuimos, gracias a otros voluntarios que permitieron que colaborásemos y sin saber bien qué haríamos, a la casa de las Misioneras de la Caridad, “las Calcuta”. Era la hora de comer y el día (sí, una vez a la semana) en que “los niños de la cola” iban para ducharse, despiojarse, asearse y comer un plato caliente. Nos lo explicó en un minuto un voluntario y acto seguido se abrieron las puertas y recibimos a unos cuarenta niños.
A “los niños de la cola” se les llama así porque la única vía de evasión de la realidad para ellos es esnifar pegamento. Viven en la calle, a la espera de poder cruzar el Estrecho en los bajos de un camión o escondidos entre la mercancía. Ver esta realidad diaria en las calles, era incluso difícil de asumir el día anterior a volver, imaginaos digerirlo in situ.
En las plazas, verdaderos centros neurálgicos de vida, los niños con los que habíamos pasado el día jugando, cuidándoles, llevándoles la comida o dándoles de comer, nos reconocían. Recuerdo con verdadero cariño un pequeño de unos 4 años, que nos invitó a jugar con una bolsa de plástico anudada a modo de pelota. Algunos de nosotros nos quedamos jugando con él, mientras otros se acercaron a una tienda y compraron un balón. Jamás olvidaré su cara de asombro cuando se la dimos. En un primer momento no concebía que fuese para él, no supo como actuar, solo sonreía mostrando la viva imagen de la felicidad.
Llevábamos de España juguetes y los repartimos con los niños de Casa Riera, el colegio de las Hermanas Franciscanas en el que dormíamos. La atención a los juguetes duró 10 minutos de reloj, preferían correr detrás nuestra, abrazarnos y sentir lo más básico, cariño. En momentos como ese, es cuando te das cuenta de que lo material no es indispensable y que es el afecto lo único que de verdad valoran. En Tánger le encontré sentido a la frase de la Madre Teresa de Calcuta “Cuanto menos poseemos, más podemos dar. Parece imposible, pero no lo es. Esa es la lógica del amor”.
El cansancio del día se olvidaba con la cantidad de sonrisas, amor y agradecimientos que recibíamos. Pienso que la ayuda que ofrecí es mínima en comparación con lo que recibí a cambio. Ellos enseñan más de lo que es esencial.
Sin duda, merece la pena, me dio la oportunidad de renovarme y conectar con los demás voluntarios. Por ello recomiendo ir a Tánger y realizar cualquier proyecto de voluntariado. Toda ayuda es poca y con ganas de colaborar ni el idioma ni la cultura son obstáculo alguno.
Por si aún dudáis a decir sí al voluntariado, os dejo con una frase que leí justo antes de decir sí a Tánger: “Porque si nosotros, que podemos elegir en la vida, elegimos siempre lo más cómodo, ¿qué será de quienes no tienen elección?”
Algunos consejos prácticos para realizar un voluntariado en Tánger
- El ferri directo al puerto de Tánger ciudad es el que sale de Tarifa, el de Algeciras llega a Tánger Med, más alejado de la ciudad. Lo normal es que se atrasen, tenlo en cuenta si vas a hacer combinaciones (también en avión).
- No hay que tener miedo, la cultura en un principio puede resultar chocante, pero el respeto, en especial a los voluntarios, hace que no haya problema alguno, siempre que se tenga la precaución adecuada.
- Ponte en contacto con la Fundación sobre disponibilidad de plazas y duración, Semana Santa y verano es la época en la que más voluntarios suelen asistir.
- Ten el pasaporte en vigor y que no caduque en un período prudencial (la vigencia de caducidad es de mínimo 3 meses), vas a necesitarlo.
- Si tienes tiempo, no dudes en visitar pueblos cercanos y en adentrarte en el Tánger profundo.
Organización – Fundación Cruz Blanca
La Fundación Cruz Blanca fue creada por los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca en 2004 para prestar apoyo a las Casas Familiares/Programas de Cruz Blanca en las áreas que necesitaban mayor coordinación: voluntariado, cooperación internacional, formación y sensibilización social.
Su misión es colaborar en la construcción de una sociedad más justa, ofreciendo espacios en los que se promueva, defienda, cuide y celebre la vida; facilitando el desarrollo integral de aquellas personas más vulnerables.
Proyectos en Tánger que conozco
1. DAR AL BARAKA (Casa Nazaret) - Proyecto de Apoyo a personas con discapacidad profunda física y/o psíquica o gravemente afectados (Ocupa mañana y tarde). Todos viven en una residencia donde reciben una atención integral a su necesidades, con el fin de ofrecer un hogar acogedor, fomentar un entorno estable, promover la atención individualizada y reducir el grado de dependencia.
2. AL BASMA (Sonrisa). - Proyecto Integración de menores, a través del cual se ofrece una cobertura de las necesidades básicas para los menores: alimentación, duchas, asistencia sanitaria, lavandería, ropería, y apoyo escolar, en el marco de una intervención de mediación con sus familias e instituciones educativas, con el objetivo de lograr la reinserción del menor y evitar que viva en la calle.(Ocupa mañana y tarde)
3. Dispensario de Enfermería de Atención Primaria en la Medina de Tánger (en horario de tarde), en el barrio de Josafat, el cual funciona como Centro de Atención en Salud primaria básica gratuita a los sectores más vulnerables.
4. Pastoral penitenciaria Prisión civil de Tánger consistente en una visita periódica a los presos y celebración de la Eucaristía.
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