La chispa para querer cambiar las cosas: mi experiencia en un orfanato con las Misioneras de la Caridad

Nom Pen, Camboya1 MesFin de la Pobreza

Contexto

Era mi último verano como estudiante y tenía claro que antes de empezar a trabajar tenía que aprovechar para irme de voluntariado durante una temporada. Una amiga mía se animó a venir conmigo y empezamos la labor de búsqueda del voluntariado que queríamos hacer. Nos decidimos rápido por colaborar con las Misioneras de la Caridad. Mi hermano había estado un verano con ellas en Etiopía, también algunos amigos habían colaborado con ellas y todos coincidían que eran de las mejores experiencias de sus vidas.

¿En qué consistía mi tarea?

He releído el cuaderno de notas que hice durante el viaje y, tal y como lo recuerdo ahora, el impacto del primer día fue enorme. Nunca antes había estado en el Sudeste Asiático y creo que la primera vez impresiona bastante. Especialmente Phnom Penh no es una ciudad muy agradable que digamos. A pesar de ser la capital, no es la zona más turística de Camboya (como puede ser Siem Riep donde están los templos de Ankor) sino que es una ciudad bastante desarrollada e industrializada pero a la vez muy pobre. El calor asfixiante y húmedo, los olores, la polución, el tráfico, la basura en las calles y la pobreza urbana me abrumaron sobremanera. Poco a poco nos fuimos acostumbrando. Dentro de todo ese caos estaba el orfanato de las hermanas de Calcuta, un oasis de tranquilidad y alegría en pleno centro de Phnom Penh. El orfanato estaba lleno de niños desde recién nacidos hasta los 5 años aproximadamente. Solo queríamos abrazarlos todo el rato. Nuestra labor era básicamente cuidarles en sus necesidades (darles de comer, ducharles, dormirlos) y sobre todo darles mucho amor. A la mayoría de niños sus padres les habían abandonado mientras que otros pocos tenían padres pero no podían permitirse mantenerlos así que los enviaban con las hermanas hasta que su situación económica mejorara. Casi todos tenían situaciones familiares muy complicadas y dramáticas, tenían un déficit de cariño importante.

Creo que por las características de las tareas que había que hacer en el orfanato, éste es un voluntariado ideal para alguien que quiera empezar, que no haya hecho antes un voluntariado en un país en vías de desarrollo. No es un voluntariado especialmente duro o desagradable pues los niños en su mayoría están sanos y son tan alegres que se te olvidan los dramas que tienen detrás. Además, las hermanas los alimentan y cuidan muy bien haciendo del orfanato un verdadero hogar.

Lo que más me llamó la atención

Durante el mes que estuvimos también visitamos el centro que tienen las hermanas a las afueras de Phnom Penh, es un centro en el que cuidan a enfermos de sida y a adultos con discapacidades mentales. En comparación al trabajo que puede hacerse en el orfanato, esta labor sí que puede resultar más dura puesto que hay que tratar con adultos que no se valen por sí mismos y hay que hacerles todo (darles de comer, acompañarles al baño, ducharles, cortarles las uñas, raparles la cabeza etc.). Al tener discapacidades mentales, la comunicación con ellos era mucho menos fluida y puede que haya gente que lo encuentre menos agradecido que estar con niños que desde el primer día se pasan el día abrazándote. Sin embargo, creo que es una buena oportunidad para cultivar valores como el servicio, la renuncia o la paciencia. Además, muchas veces con una sonrisa o una mirada te dicen todo sin necesidad de expresarlo con palabras.

Dentro de ese centro vivía también una familia de 7 hermanos de los que la madre no podía hacerse cargo y por eso vivían con las hermanas. Recuerdo que me impresionó muchísimo la hermana mayor de todos, que con solo 12 años, daba de comer, duchaba, lavaba, preparaba la ropa y reñía, si era necesario, a sus hermanos. Era una adulta en el cuerpo de una niña, yo me quedaba alucinada cuando veía el garbo con el que frotaba la ropa en un cubo, luego fregaba el suelo y les decía a sus hermanos que ya era hora de dormir, con una madurez extraordinaria para su edad. Y nosotras ahí quietas, mirando y admirando todo el coraje del mundo reunido en esa niña de 12 años.

Sobre las Misioneras de la Caridad

Por su parte, las hermanas son auténticos ángeles. Repartidas por todos los continentes y países, la misión de la congregación es atender a los más necesitados de cada ciudad. Están llenas de amor y lo transmiten a todo el que se cruza en su camino, sin juzgar, sin distinguir. A la entrada del orfanato había una cita de la Madre Teresa de Calcuta que decía “If you start judging people you will be having no time to love them“. Esa frase me revolvió mucho por dentro porque creo que es uno de los principales errores que cometemos todos en nuestro día a día. Incluso cuando hacemos voluntariado, podemos caer en ese error y juzgar a las personas por diferencias culturales, de costumbres o religiosas. Las hermanas son un ejemplo de eso, porque no distinguen y tratan a todas las personas con el mismo respeto y amor, vengan de donde vengan.

También estar al lado de las hermanas resulto inspirador desde el punto de vista espiritual. Participamos de sus misas y tuvimos con ellas conversaciones muy interesantes sobre religión. Es interesante entender la forma que tienen ellas de ver su labor y su obra. Ayudan al prójimo como cualquier ONG más, pero dotan a su obra de una trascendencia que, valga la redundancia, trasciende de lo humano y terrenal, a lo espiritual y creo que eso es lo que les da la fuerza y el coraje para aguantar toda una vida separadas de sus países natales al servicio de los demás, sin rendirse nunca. En definitiva, son una congregación con un carisma muy especial que recomiendo conocer.

Reflexión final

Por último, me gustaría explicar por qué todo este resumen se centra en todo lo enriquecedora que puede ser esta experiencia para alguien a nivel personal, casi de una forma “egoísta” dejando en un segundo plano el valor que tiene la ayuda que mi amiga y yo prestamos en el orfanato. Me considero una persona que hecho bastantes voluntariados, tanto en otros países como en España, y creo que, por supuesto, cuando se va con buena disposición y voluntad la ayuda que podemos prestar en la comunidad en la que colaboramos tiene muchísimo valor.

No obstante, yo personalmente siempre he tenido una duda que me carcomía y me hacía sentir un poco inquieta y me gustaría expresar aquí mi reflexión por si a alguien más le pasa y puede ayudarle. Desde la primera vez que hice un voluntariado de verano con 18 años, siempre me he preguntado si realmente mi ayuda en el país en cuestión era necesaria o simplemente hubiera sido mejor darles el dinero que te cuesta el vuelo a ellos y ahorrarme el viaje para que ellos lo empleasen en lo que más necesitaran.

Está claro que si por ejemplo eres médico y estás salvando vidas todos los días tu presencia allá vale más que el dinero que podrías donarles pero hay otros tipos de voluntariados en los que puede que el impacto que tus acciones tienen no se vea tan claro. Al fin y al cabo, en un mes o dos meses es difícil verdaderamente trasformar una realidad de forma drástica.

Sin embargo, tras pensarlo durante muchos años siempre llego a la misma reflexión y es que sí, que sí merece la pena hacer voluntariado aunque a veces no veas claramente el resultado de tu ayuda, aunque te vayas con la sensación de que les “estás dejando como estaban”. Y es que creo que nunca hay que subestimar el valor de nuestros actos porque puede que sin darnos cuenta le estemos cambiando la vida a alguien.

Pero lo más importante, y la razón principal por la que creo que merece la pena hacer este tipo de voluntariado, es que cuando lo haces el cambio que experimentas a nivel personal tiene un valor incalculable. Ese cambio es el que va a servir de motor transformador cuando vuelvas a casa y te va a dar fuerzas para dar testimonio y para seguir pensando y reflexionando en la forma de cambiar la realidad que te rodea y también esa realidad lejana con la que has convivido un mes pero que no olvidaras nunca. En definitiva, creo que si no conociéramos de cerca cómo viven otras personas en otras partes del mundo y compartiéramos con ellos sus realidades, sería muy difícil que prendiera en nosotros esa chispa para cambiar el mundo. 

Consejos prácticos

Os dejo una lista de consejos prácticos por si resultan de utilidad:

  - Para contactar con las hermanas hay que hacerlo por teléfono en los números que indican en la web -> https://www.motherteresa.org/07_family/Volunteering/v_cal.html

  - Están repartidas por todo el mundo y todas las hermanas hablan un perfecto inglés. Simplemente avisas de que vas a llegar o directamente te presentas el primer día en el orfanato.

  - La dirección del orfanato en Phnom Penh es #475 Boulevard Monivong.

  - Aunque no supiéramos hablar camboyano, no estuvimos limitadas por el idioma porque con los niños era muy fácil todo y aprendiendo las expresiones más típicas puedes interactuar bastante con ellos.

  - En el orfanato de las hermanas en Phnom Penh no tiene espacio para alojar a voluntarios. Tampoco les dan comida a los voluntarios. Por ello, nosotras nos buscamos un hostal al lado del orfanato y nos comprábamos nuestra propia comida. Nosotras preferimos eso que colaborar con una ONG que te haga pagar una cantidad por alojarte y mantenerte. Hay ONGs que suelen ofrecer eso pero a veces puede ser peligroso porque puedes acabar colaborando con organizaciones poco transparentes y que no tienen proyectos claros. En concreto, en el sudeste asiático fueron muchas las personas que nos advirtieron de que había muchas organizaciones que utilizaba la apariencia de ONG para traficar con niños, meterlos en un orfanato y obtener lucro de ello. Por eso, yo no recomiendo nunca hacer un voluntariado en el que te pidan pagar nada, incluso aunque esté justificado porque te den de comer o te alojen porque creo que es una falta de transparencia y nunca sabes qué porcentaje de dinero están destinando a tu manutención y alojamiento o qué porcentaje se destina a su lucro.

Escrito por

Escrito por

Elena Aldave

Ubicación

Nom Pen, Camboya

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