LA CARRERA DE MI VIDA 1KM 1 VIDA

Anantapur, Andhra Pradesh, India1 SemanaAnualFin de la Pobreza

Todo comenzó hace cinco años, cuando nos enteramos del inicio de un proyecto que iba a llevar a cabo nuestro amigo canario Juan Manuel Vieira. Por aquel entonces había ido a visitar la Fundación Vicente Ferrer  en Anantapur (India) y a sus niños apadrinados. ¡Bendito momento!, quien le iba a decir que tras aquellos primeros pasos por esta fundación iba a nacer uno de los proyectos que cambiarían la vida de tantas personas.

Al regreso de su viaje su inquietud por ayudar a esas personas que tanto le habían aportado le llevaron a iniciar un proyecto que se llamaría Un km Una vida, nacido de su pasión, ¡correr! Con un objetivo ambicioso, hermoso y lleno de amor, conseguir el mayor número de apadrinamientos posible. Padrinos de niñas, sobre todo, y niños, que ayudarían a mejorar la vida de muchas personas. Su voluntad era correr un kilómetro por cada niño apadrinado.

Aquí es donde Angel (mi pareja) y yo decidimos apadrinar a dos niñas (nuestras niñas), gracias a nuestra amiga Ángeles, que había conocido desde el principio el proyecto de Juan y nos encantó.

Nuestras primeras niñas apadrinadas.

Por fin, después de ese primer año en que apoyando a Juan descubrimos Anantapur y la apasionante labor de la Fundación Vicente Ferrer, iniciamos viaje hacia India. Han sido más de 6 meses intensos, con preparativos, búsqueda de padrinos y colaboradores para aportar todo lo posible al proyecto. Este primer año somos un pequeño grupo de 6 personas con las maletas llenas de ilusión, curiosidad y nervios. Todos llevamos la imagen y nombre de nuestros apadrinados tatuados en el corazón.

Es la primera edición con corredores y acompañantes. Todo es nuevo, todo se estrena. Corazones corredores de toda España se juntan por primera vez en aquellas tierras áridas y alejadas de los circuitos turísticos, todos fieles a la gran iniciativa de nuestro compañero Juan Vieira.

Nuestros corazones ya se van hinchando con alegría al vernos rodeados de tanta gente buena, allí, sobre la tierra naranja del propio campus de la Fundación en Anantapur. Por fin allí!. Vamos llegando según los horarios caprichosos de los distintos aeropuertos de origen, pero cuando desembarcamos en el propio campus, Ana Ferrer en persona, nos recibe y saluda. Un primer vuelco al corazón supone oír su voz con su acento español y británico. Es increíble, su voz ya supone un enorme empuje, un chorro de esperanza que sin querer (quizá si sea queriendo) te dice que un cambio es posible.

Traductores, conductores, cocineras, limpiadoras, administrativos de la oficina de apadrinamientos, etc. Un batallón de personas de allí, de Anantapur nos hacen cada momento más fácil, nos llevan, nos cuidan, nos explican pero sobre todo nos dan las gracias, pero no debe ser así, todos sentimos que los agradecimientos deben ser nuestros hacia ellos, hacia su labor, su entrega, hacia ese cambio, que en pocos días hemos podido ver que es real, auténtico y apasionante.

En el campus central de la Fundación, en Anantapur, allí conocida como RDT (Rural Development Trust), nos esperan bungalows sencillos y humildes, para viajeros solidarios de todo el mundo. Recibimos una carpeta con nuestros dorsales para los dos días de carrera, planing de todas las actividades, mapa de la ciudad, etc. La agenda está totalmente llena, visitaremos todos los proyectos de la fundación. Pero a través de Un km Una vida, nosotros mismos somos una parte de los proyectos de la Fundación encargados de dar ilusión, apoyo, ejemplo y sobre todo energía a los niños de las escuelas inclusivas, los discapacitados en sus talleres de trabajo, los equipos de formación, los profesionales de los distintos centros sanitarios de la propia Fundación, las niñas huérfanas por el Sida, los estudiantes de la escuela de enfermaría, las mujeres de los Sangrams, los niños del campus deportivo, monitores, etc, incluso para los propios habitantes de Anantapur, ciudad rural y bulliciosa que se sorprende al ver personas de otras etnias y de lugares tan remotos.

Talleres para mujeres con otras capacidades

Lo curioso es que todos se alegran, todos nos abren sus corazones, todos quieren ayudarnos… - ¡pero si hemos venido a ayudar!  - Namaste – y nos sonríen por doquier, nos invitan a sus humildes casas, quieren ver sus propios duplicados en nuestras cámaras o, los pocos que tienen móvil, quieren hacerse selfies con nosotros como protagonistas.

Éramos un grupo de corredores y acompañantes que íbamos preparados para correr en Anantapur, un enorme estado de un gigantesco país asiático, donde nunca nadie ha visto una carrera. Nervios e incertidumbre acumulada durante meses, solo levemente vencida por nuestro convencimiento de que lo importante era ayudar y ser solidario donando, apadrinando y promoviendo los proyectos.

Pero tras un solo día con la Fundación Vicente Ferrer todos esos miedos se ven desplazados, la ilusión y la energía de luchar por un mundo mejor nos invade a todos los españoles allí unidos. No queremos dejar solos a Ana Ferrer, Moncho Ferrer, Shiva, Juan y todo ese ejército de la Fundación, corazones llenos de energía que se dedican en cuerpo y alma a mejorar la vida de los que lo necesitan en Anantapur.

Con Ana Ferrer y las mujeres que hicieron las bolsas del corredor

Nos enamora la pasión con que la Fundación aborda sus proyectos, el saber hacer, la forma de ser eficaces cuando se trata cosas tan serias como la educación, la inclusión, el empoderamiento de la mujer, los niños, el medio ambiente, la salud, la igualdad…

Escuela de niños con otras capacidades auditivas

-¡Si esto lo aplicásemos en mi colegio! – ¡Ojalá viesen esto mis hijos! – ¡¿Por que no se hace así en mi ciudad?! . Todos quedamos prendados de los proyectos. Ya casi no nos acordamos de nuestras preocupaciones de hace meses sobre la carrera.

- Namaste! - Nos miran en los poblados con ojos sinceros, abiertos y redondos, llenos de vida dura, que te miran tímidos alabando nuestra presencia, llenos de esperanza gracias a esas casas que hemos inaugurado para destruir las chabolas de palos y plásticos de antes.

- Namaste! - Porque mis hijas pueden estudiar, ir al médico y comemos todos los días.

- Namaste! - Nuestro grupo de mujeres están ayudando a varias familias y algunas de ellas ya han comprado más cabras o búfalas.

- Namaste! Por venir desde tan lejos a correr para ayudar a cambiar la vida de muchas personas.

Así llegó nuestro primer día de carrera, el Runing Community Day. Nervios en los coches que en pequeños grupos nos trasladan al cercano campus deportivo de la Fundación, construido gracias a la solidaridad de entidades españolas que de la mano de la Fundación Vicente Ferrer habían dejado sus granos de arena.

Carrera en pista con niños, sí, niños y no tan niños, especiales. Sí, especiales porque dentro de su timidez y sorpresa nos esperaban como si fuésemos semidioses, estrellas de rock o deportistas de fama mundial. Niños con otras capacidades físicas y/o psíquicas que nos embaucaron, nos enamoraron y nos llenaron tanto el alma, que, incluso hoy día, todos les recordamos con la piel erizada y escalofríos. Corríamos de la mano, a veces andábamos, otras esprintábamos o volábamos, eran pasos de gigante, para ellos y para nuestros corazones, éramos testigos de la realidad de una frase hermosa de Vicente Ferrer, “Soy testigo directo de que es posible cambiar este mundo”.

Una mañana intensa en todos los aspectos, para todos. Era la primera vez en ese enorme estado, quizá en ese gigantesco país, que un español, un europeo, corría junto a un indio, allí mismo. Mujeres y hombres con niños y niñas, sin discriminaciones, todos hermanos. Las noticias de los periódicos locales reflejaban la importancia de tal evento. Un sencillo evento en que todos corríamos en parejas, por turnos y equipos en un pequeño circuito de 2,5 km, que quería mostrar al mundo que con hechos sencillos se puede avanzar.

Llegada a meta en vuelta de honor

Resaca de emociones. Habíamos ido para ayudar, para dar todo lo que pudiéramos pero después de este primer día corriendo empezamos a descubrir que éramos nosotros los que estábamos, también, recibiendo muchísimo.

Por fin llegó el día grande, comenzaba la ultramarathon, en la que cada equipo de 4 corredores debía correr 170 km, es decir, algo más de 40 km cada uno, en cuatro turnos. Toda la carrera se desarrollaría por un circuito enorme para ir recorriendo muchos de los puntos emblemáticos en la geografía de trabajo de la Fundación en ese vasto estado de Andhra Pradesh. Desplazamientos en vehículos todoterreno de la Fundación, con traductores y médicos, avituallamientos, comida, camastros, baños improvisados en el campo y en poblados donde las letrinas intenta extender la Fundación, jaimas bajo las estrellas… un despliegue gigantesco de voluntad y mucho trabajo de españoles e indios para un evento que nunca se había hecho ni visto, ni siquiera algo parecido.

Miles de ojos asombrados nos miraron y remiraron estirando, calentando, descansando, baliando junto a ellos.

Corrimos desde las cinco de la tarde cuando el sol empieza a caer, evitando las horas centrales de máximo calor que supera los 40ºC. Corrimos de noche y ya en la madrugada pronto empezamos a sufrir el fuerte calor. Pasamos por poblados y pueblos donde apenas habían visto personas de piel blanca, ni nunca habían visto personas corriendo sin motivo aparente.

Avituallamiento nocturno y descanso

Pero, sobre todo, lo que hicimos fue saludar, recibir aplausos, tambores y bailes de bienvenida. Recibimos oraciones, bendiciones indúes, agradecimientos y enormes cantidades de amor. Sus ojos y sus manos nos pedían que no les abandonásemos, nos sentíamos responsables de tantas vidas como nunca habríamos podido imaginar. Pero al final, todos sentimos que tanta responsabilidad, tanta labor, podríamos llevarla a cabo gracias a la Fundación Vicente Ferrer, gracias al proyecto de Juan, Un km Una vida, porque nosotros solo éramos mensajeros. Fuimos testigos de las necesidades y del trabajo incansable de una fundación llena de grandes personas que allí mismo, donde se les necesita, trabajan y trabajan, por cambiar el mundo, al menos, en esta parte del mismo.

Juan Vieira en la última etapa junto a corredores indios

Todos volvimos a nuestras casas emocionados, con la inquieta sensación de haber traído más de lo que llevábamos y con el firme convencimiento de volver al año siguiente.

Tanto yo, como mi pareja, no hemos dejado de colaborar con el proyecto Un km Una vida. Por supuesto, hemos participado en cada una de las ediciones que se han ido celebrando desde entonces hasta este año, en enero de 2020. Cada año hemos disfrutado, hemos colaborado, hemos aportado toda la energía posible y hemos recibido tanto o más que el primer año, pues estamos siendo testigos de que los cambios son posibles. Estamos viendo con nuestros propios ojos, en cada viaje, que los cambios en la sociedad se van produciendo, que las niñas son más libres, que estudian hasta la universidad, que las mujeres prosperan y son respetadas, que las familias empiezan a valorar la igualdad, que niñas en pantalón corto corren junto a niños también en pantalón corto en sus actividades deportivas… Queda mucho, sí, pero la semilla está creciendo dentro de esa sociedad y ojalá se pueda extender a otros estados de la India.

Animo a quien lea esta humilde experiencia a participar y vivir la misma en primera persona, corriendo, acompañando o colaborando. Así lo han hecho ya muchas personas de León y el resto de España que nos han acompañado estos años. Todos han vivido con similares emociones la experiencia y son muchos los que siguen repitiendo.

Parte de los niños apadrinados de nuestro primer año

2020 - Poblado de Sundaraiah antes del proyecto Un km, Una Vida

2020 - Inauguración nuevas casas entregadas en Sundaraiah en enero 2020

"Ninguna acción buena se pierde en este mundo, en algún lugar queda para siempre" (Vicente Ferrer)

Escrito por

Escrito por

marti

Me encanta participar en causas solidarias , me llena plenamente.

Ubicación

Anantapur, Andhra Pradesh, India

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