Hoy en día vivimos en un bucle de constantes prisas, vamos a todos lados corriendo, haciendo verdaderos malabares para llegar a todo; trabajo, familia, amigos, deporte, tiempo para uno mismo…
Y al mismo tiempo, nos ha tocado vivir en una sociedad donde el consumismo se ha impuesto como centro de todo. Y en mayor o menor medida, todos terminamos sucumbiendo.
Sin embargo, según he ido sumando años me he dado cuenta de que los momentos que más felicidad me han aportado han sido aquellos en los que me he olvidado de mí misma.
Y estas tres ideas eran las que llevaban rondándome la cabeza desde hace mucho tiempo, hasta que llegué a la conclusión de que NECESITABA IRME DE VOLUNTARIADO.
Casualidades de la vida, estaba metida en un grupo de WhatsApp de gente totalmente aleatoria, donde pregunté si alguno conocía algún voluntariado para las fechas en las que tenía vacaciones. Y, MILAGRO, mi ya amigo Javi me habló del Lebanon Camp, un voluntariado con la Orden de Malta donde un grupo de jóvenes se iban a Beirut a acompañar a los que ellos llaman “nuestros guests” o “nuestros señores”.
Él mismo me puso en contacto con Andie, que me llamó para contarme qué se hace en el Lebanon Camp, nuestras funciones y el objetivo del mismo. En una hora estaba totalmente convencida y al día siguiente con todo pagado y el pasaporte renovado.
La verdad, cuando dije que iba a pasar todas mis vacaciones a Beirut me tomaron por loca. Que cómo iba a gastar todas la vacaciones que tenía en eso. Que cómo se me ocurría ir a un sitio donde ha habido tanto conflicto. Que no conocía a nadie. Que, que, que….
Dejadme que os cuente, porque no se me ocurre plan mejor que irse de voluntariado.

LÍBANO NOS ESPERABA.

La mayoría salíamos desde el aeropuerto de Madrid, haciendo escala en Roma para, finalmente, aterrizar en Beirut. Llegué al aeropuerto sin apenas conocer a nadie, únicamente habíamos tenido un encuentro previo para ponernos cara, contarnos un poco cómo es la experiencia y poco más. Sin embargo, tuve la tremendísima suerte de coincidir con un grupo tan bueno, que bastaron unas cuantas horas de vuelo para sentirme en familia.
LLEGADA A BEIRUT
Tras pasar unos cuantos controles, salimos a tierra firme y lo primero que nos recibió fue una torta de calor húmedo. A la salida nos esperaban varios autobuses de cuando reinaba Carolo, pero la verdad, tenían su encanto, digamos que eran “vintage”. Después de jugar un poco al tetrix conseguimos meternos todos, maletas incluidas y nos dirigimos hacia Kfardebian, que era donde estaba la casa donde nos alojábamos, ubicado en zona de montaña, más fresquito, cosa que agradecimos enormemente.

El voluntariado completo consta de dos Camps, que dura más o menos una semana cada uno. Uno es con mujeres y otros con hombres. En este caso, empezamos con los chicos.
Para la llegada de nuestros guests nos disfrazamos, cada equipo con un color predominante, pusimos música, cantamos…. Estábamos deseando que llegaran. A cada uno de los voluntarios se nos asignaba un guest, del que debíamos estar pendientes todo el día, acompañarles, ayudarles a comer, a ducharse y a lo que fuera necesario.


Nuestros guests tienen una particularidad y es que son personas con algún tipo de discapacidad física o psíquica, normalmente abandonados por sus familias y que, durante todo el año viven en unos hospitales, donde les cuidan. Esa semana que están con nosotros es su semana de vacaciones, una semana especialmente dedicada a ellos, donde nuestra misión es que tengan una atención personalizada, de forma integral, donde puedan divertirse y disfrutar.
Y con esas, los chicos llegaron en uno de los autobuses y uno a uno nos los fueron presentando a cada voluntario. No voy a negar que se me saltaron las lágrimas cuando me presentaron al mío. Cogí su mochila, le abracé y nos cogimos de la mano.
Mi guest era súper cariñoso y atento, le encantaba contar del 1 al 10 con los dedos en libanés (así yo también aprendía un poco de su idioma), comía estupendamente, se llevaba bien con todos y tenía devoción por el Pater.


Cada día se organizaba una actividad distinta: juegos, bailes, excursiones… Lo disfrutan muchísimo y nosotros igual o más que ellos. Así, poco a poco, a lo largo de los días vas conociendo a tu guest, sus gustos, sus gestos… es una relación tan bonita e intensa, que una semana te sabe a poco.


Todas las noches, un grupo de 3 personas hace guardia, para estar pendientes de que a nuestros señores no les falte de nada. Yo tuve la suerte de que me tocase con Carmen, no la conocía de antes, pero nos bastó una noche para abrirnos en canal, contarnos nuestra vida, nuestra forma de pensar, nuestros logros y, ¿por qué no? también aquellas cosas de las que no estábamos tan orgullosas. Nos pasamos horas y horas hablando. Carmen es de esas personas con las que conectas desde el minuto uno, de esas que quieres tener en tu vida.
La última noche, antes de que se vayan, se prepara una “cena de gala”, donde nos arreglamos y nos ponemos guapos y los voluntarios más mayores, que nos cuidan a todos, preparan una cena más especial.
En el segundo camp vinieron las chicas. Y mi guest era especial. Era mayor, casi siempre estaba seria y apenas nos entendíamos. Pero todos los días, durante unos minutos, de pronto se quedaba mirando a un punto fijo y sonreía. Os juro que era la sonrisa más adorable de todo el camp. Y solo por esos minutos, merecía la pena.
Y con todo esto, os preguntaréis qué es lo que me ha aportado este voluntariado. Os lo puedo resumir en una palabra: FELICIDAD.
Allí conseguí olvidarme de todo, relativizar “mis problemas” del día a día, me di cuenta de lo verdaderamente importante y es que, si nos paramos a pensar, muy pocas cosas son importantes de verdad. Allí ves a Cristo en cada uno de los guest y lo haces todo con tanto amor…
Nos pasamos la vida tratando de llenar nuestros días con cosas que nos gustan, cosas materiales o planes “fotografiables” para que todo el mundo vea en Instagram la súper vida que tenemos. Pero se nos olvida que la felicidad no está ahí, está en algo tan sencillo como darse a la persona que tienes al lado. Olvidarse de uno mismo.
A todo ello se suma que conocí a gente increíble, gente con mucha personalidad, con valores y principios de verdad. Gente sana, disfrutona, entregada y divertida. ¡Lo pasamos tan bien!



Cuando mi familia y mis amigas me preguntan qué fue este voluntariado para mí siempre contesto lo mismo: “El mejor paréntesis de mi vida”. Y repetiría, claro que repetiría. Con los ojos cerrados.

Preguntas (0)
Comparte tus inquietudes y resuelve las dudas que te hayan surgido.
Nadie ha hecho preguntas sobre esta experiencia, ¡Anímate y se el primero en preguntar!