Clases extraescolares: ¿quién aprendió más?

Madrid, Madrid, España3 MesesSemanalEducación de Calidad

Una amiga de mi madre colabora con Cáritas desde que somos pequeños. Siempre que hemos podido, le echamos una mano en las actividades. Ese año, montó una “Escuela tras la escuela”. Los padres y madres de algunos niños y niñas no llegaban a casa hasta tarde y, claro, ya no eran horas para hacer los deberes.

Allí, además de ayudarles con los deberes, recibían una merienda.

Mi primer día.

La verdad que cuando Manuela, la amiga de mi madre, me lo propuso, me pareció una buena oportunidad de intentar hacer algo (REAL) por los demás. Me daba algo de miedo que los deberes fuesen más difíciles de lo que en un primer momento me planteé, pero en realidad aquello no iba solo de sumas y sintaxis.

Lo primero ¿Qué tal el día?

Es verdad que, después de ir unos días, ya teníamos un pequeño grupo de niños y niñas asignado (según nuestros conocimientos, que al fin y al cabo había que ayudar a hacer bien los deberes).

Lo primero que hacíamos era conversar con ellos para ver qué tal se había dado el día. Como los adultos, muchos se abrían y te contaban sus cosas. Otros… era más complicado.

Y a ti, ¿qué te ha dado?

Según pasaban los días íbamos conociéndonos todos un poco mejor. Algunos necesitaban más ayuda en los deberes. Otros, en cambio, lo que querían era hablar, jugar, divertirse y abrirse buscando alguien que les escuchase.

Mucho más que ayuda.

Y es que eso es lo que daba Manuela. La verdad es que la conozco desde que tengo uso de razón. Ella es de esas personas que te hacen creer que realmente SIEMPRE hay gente buena. Siempre dando a todos y nunca esperando nada. Por eso, cuando me llamó para preguntarme si me interesaría, no lo dudé.

Y es que Manuela no les daba solo merienda o un aula donde aprender a esos niños. Manuela les sonreía al entrar y les llamaba por su nombre. A todos ellos. Sabía cómo era su vida en casa y qué necesitaban más.

Y es que lo importante de esa “Escuela tras la escuela” era que todos los niños y niñas volvían cada día. Para mejorar sus deberes, para divertirse o simplemente para hablar con alguien. Haber formado parte de eso me hizo ser consciente de todo lo que podemos dar “con nada” y de lo reconfortante que puede ser para otro que simplemente le ayudes a borrar una tilde mal puesta.

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SCGM

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