Bienvenido Francesc. La radio hace días que no funciona, ¿le puedes echar un vistazo?

Kabalo, Tanganyika, República Democrática del Congo7 MesesAnualSalud y Bienestar

¡BAM! Recién llegado a mi primer proyecto como logista, aún aturdido por el calor de mil demonios que hace en esa parte de África en noviembre, mi coordinadora de proyecto (o sea, mi jefa) me abre la puerta del coche y, sin siquiera dejarme bajar, me suelta esta frase. 

 Noviembre 2004. Kabalo, República Democrática del Congo 

Imagen del Río Congo desde el avión a mi llegada

Ni electricidad, ni agua corriente, ya no digamos internet. En todo proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF, o EmeEseEfe como dice un amigo) las radios VHF y UHF son de vital importancia para comunicarnos entre nosotr@s; por temas de seguridad. Así pues, cuando una de esas radios no funciona, el logista (ese sería yo) tiene como tarea super urgente arreglarla. No podíamos quedarnos aislados en un contexto como áquel.

Pongámonos en situación….

Justo en julio del año anterior, 2003, se había firmado la paz de la segunda guerra del Congo. Provocó la muerte de casi 4 millones de personas, la mayoría de ellas por hambre y enfermedades prevenibles y curables. Y pese a que se había firmado la paz, en 2004 se calculaba que cerca de cien personas morían diariamente como resultado de las escaramuzas ocasionales y de la falta de servicios y alimentación.

Pues bien, en ese día de noviembre yo sólo había visto una de esas radios durante unas horas, en el curso de preparación que se hace a tod@s l@s loc@s insensat@s que nos habíamos decidido a embarcarnos en esa maravillosa aventura. Ese curso dura una semana y te forman en cosas que no has visto nunca en tu vida. Al fin y al cabo, yo “sólo¨ era informático.😱

Lo más cercano a una carretera que puedes encontrar en los alrededores

Pues bien, no tuve más remedio que bajar del coche, mirarme la radio con la misma cara que miro el coche cuando abro el capó (o sea, como si entendiera algo de lo que estaba mirando)……… y llamar a mi referente logista de la capital para que me echara un capote. Y al final lo arreglamos.

A día de hoy sigo considerando ese día como uno de los más estresante de mi vida. Y he vivido unos cuantos. Pero también fue el inicio de la experiencia más maravillosa de mi vida.

Pero demos un paso atrás en el tiempo, aunque no tenga un Delorian a mano. Vayamos al orígen de todo.

 El “click” en mi cerebro. Los orígenes

Corría el año 2002 y yo estaba trabajando en una empresa con unos objetivos totalmente corporativos y privados. Hacía un par de años que había vuelto de vivir en Londres y pude negociar un sueldo alto, al nivel del que tenía en Inglaterra. Tenía un BMW deportivo, soltero, 30 años……. vamos, la repanocha.

Pero me faltaba algo, y lo sabía.

Desde principios de los 90 había estado colaborando con Auxilia, una asociación en la que me dedicaba a dar clases por correspondencia a personas con movilidad reducida. El objetivo de much@s era sacarse el graduado escolar, cosa que no habían podido hacer debido a la enfermedad. Como soy un culo inquieto y nunca estoy contento ni nunca tengo bastante, enviar una carta y sentarme a esperar a la respuesta se me quedaba corto.

Así pues, también colaboré con la misma asociación en acompañar a algunos alumnos en salidas de ocio y culturales. Ir al cine, a un museo, a visitar el Palau de la Música Catalana, a tomar un chocolate a la calle Petritxol (actividad oblicada si venís a Barcelona),… y eso me llenaba. Mucho. Casi, y ese “casi” es fundamental en mi historia, me hacía olvidar un trabajo que de lo único que me llenaba era de vacío.

En 2002 yo ya había contactado con varias ong para colaborar. Y una de ellas fue MSF, pero el responsable de informática me dijo algo como "Alma de cántaro. Siendo consultor, ¿cuántas horas libres tienes al día?". Así que acepté la realidad y desistí.

Pero ese mismo junio fui a una salida de unos días con todos los componentes de la asociación, alumn@s y profesor@s. En cada salida, sobretodo si era de varios días, te asignaban un@ alumn@. Tu tarea era controlar que se tomara la medicación, asistir si tenía que ir al baño, ayudar a las horas de las comidas…. Y a mi hacía un tiempo que me habían emparejado con Sandra Marrugat, la chica más resalá y con mayor resistencia a comer que he conocido en mi vida. Y es que claro, si engordaba el bikini no le quedaba bien 😊

(seguro que la foto se tomó después de la hora de comer, donde ella no quería pero yo hacía que se terminara el plato)

Fue un fin de semana genial, muy divertido y donde me sentí útil y lleno. Y justo el domingo, cuando los padres de Sandra la vinieron a buscar, la acompañé al coche, la cogí en brazos de la silla de ruedas y la senté en el coche. Justo al ir a ponerle el cinturón de seguridad ella, con problemas al hablar, se esforzó en articular una sola palabra, pero una palabra que cambió mi mundo: GRACIAS.

La importancia de un “Gracias”

Esa simple palabra, que desgraciadamente cada vez decimos menos, me sentó como un puñetazo en la boca del estómago.

Al día siguiente, lunes, fui a mi jefe y le dije que presentaba mi dimisión. Sin tener claro lo que iba a hacer ni si me ayudaría a conseguir el paro. Luego llamé otra vez a MSF y les dije que ahora disponía de tiempo suficiente para hacer de voluntario durante el día. ¿Pues sabéis qué? Resulta que en el tiempo que había pasado desde mi anterior llamada habían abierto una posición para dar soporte informático tanto a la sede como a los proyectos de terreno. ¿Casualidad? No sé. Pero fue como si me tocara la lotería.

En una semana ya había hecho la entrevista y tenía fecha de comienzo. Y después de 3 años en la sede de Barcelona, se me fue un poco más la pinza (recordáis lo que os dije de culo inquieto) y dejé ese trabajo para irme de logista a la República Democrática del Congo; pero luego le seguirían Darfur (Sudán), Níger (donde fui por 3 meses y me quedé 1 año), México, Guinea Bissau,…

En junio 2002 pasé a cobrar en MSF menos de la mitad de lo que cobraba en la empresa anterior. Siempre he dicho que en esa empresa tenía 29 días malos y uno, el del pago de la nómina, muy bueno. Pero en MSF tenía 29 días muy buenos y uno, el de la nómina, pues justillo. Y nunca me he arrepentido del cambio.

Así que Sandra, contigo empezó todo. Con un simple “gracias”.

Volvamos a Kabalo

¿Maread@? bueno, tranqui que ya acabamos.

Al final pude arreglar la radio, y muchas otras cosas más. Pero en Kabalo tuve otra revelación. Para los médicos o sanitarios era muy fácil ver que su trabajo tenía efectos positivos en la población. Curan gente. Pero para el resto es más difícil. Está claro que sin agua potable, luz, o coches en buen estado para desplazarse a los campos de refugiados, poca cosa harían. Pero bueno, sigue sin ser tan directo de ver a veces.

Cuando llegué a Kabalo, la tasa de mortalidad infantil por malaria estaba desbocada, y el equipo logista nos dedicamos a reparar todas las mosquiteras de ventana rotas, reimpregnar las de las camas, cambiarlas si estaban rotas… Lo hicimos, y al cabo de unos meses vimos que la tasa de mortalidad había caído en picado. Y había sido por NUESTRO trabajo directo. ¡BADABAM! Ahí tuve otro cortocircuito mental y supe que, cuando estás orgulloso de tu trabajo no por lo que haces sino POR QUÉ lo haces, entonces tu trabajo deja de ser un trabajo para convertirse en parte de tu vida y de tu misma personalidad.

Como decía un compañero de fatigas, ponemos un pequeño parche en un tanque de agua que tiene mil agujeros. No vamos a ser nosotros quienes solucionemos los problemas del Congo ni del mundo. La situación nos sobrepasa. Sólo damos segundas oportunidades. Y de alguna forma somos una ventana al mundo “civilizado”, en donde el Congo podría integrarse si la dejaran descansar tranquila, reponerse de sus heridas y explotar sus recursos en beneficio de su gente.

No somos mejores. Quizá diferentes. Pero este trabajo nos legitima. Hemos dado un paso adelante, que de alguna forma nos permite no ser cómplices de este genocidio por omisión que significa el perenne olvido que sufre África. Y ese poco, es mucho.

Estas palabras no son mías, son de un mega-crack que estuvo en Congo de Coordinador Médico. Y precisamente esta es una de las grandezas de este trabajo, de formar parte de esta familia: el poder cruzarse con personas que te enriquecen, tanto personal como profesionalmente. Fue un orgullo y un honor trabajar con ell@s.

Escrito por

Escrito por

Francesc Box

Intentando aplicar siempre aquello de que "eres lo que haces, no lo que dices que vas a hacer"

Ubicación

Kabalo, Tanganyika, República Democrática del Congo

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