Ayuda a los refugiados en Grecia

Idomeni, Macedonia Central, Grecia15 DíasReducción de las Desigualdades

Como surgió todo

Soy Julio Araujo, Fisioterapeuta de Huelva de 23 años y con muchas ganas de conocer mundo y aportar lo mejor de mí para ayudar donde sea necesario. Esta aventura comienza un día harto de ver las noticias sobre cientos de barcazas llegando a la isla griega de Lesbos con miles de personas, y sentir una impotencia tremenda de ver que ahí tenemos que hacer algo (digo tenemos, porque quien me ha acompañado en todo esto ha sido mi hermano). A los pocos días, conseguimos contactar a través de Facebook con un médico de Huelva que buscaba gente para que le acompañara a Lesbos a sacar gente del agua, y le ayudara a comunicarse ya que él no se veía muy desenvuelto con el inglés. Hablamos con él, y nos embarcamos en este apasionante proyecto. 

Iban pasando los días y las informaciones desde Lesbos eran muy contradictorias… a veces hacía falta mucha ayuda, y al día siguiente de repente no era necesario ningún voluntario allí, por lo que decidimos esperar. Tras un mes de espera, la situación va cambiando y los refugiados empiezan a amontonarse al norte de Grecia en la frontera con Macedonia, concretamente en Idomeni, un pueblecito de apenas 150 habitantes que en menos de un mes tiene que verse obligado a acoger a más de 15.000 personas sin nada más que alguna manta y un escaso paquete de arroz.

Viendo las necesidades, decidimos comenzar una recogida de ropa y alimento para enviar a los campos, así como donaciones económicas. Surge entonces AYRE (Asociación Ayuda al REfugiado), con la intención de canalizar toda esa ayuda y poder gestionar y organizar mejor todas las solicitudes de voluntariado que van llegando. A mediados de abril, sale hacia Idomeni el primer grupo de voluntarios (mayoritariamente sanitarios) a tantear el terreno y ver las diferentes posibilidades del proyecto, y 15 días más tarde, se decide dar continuidad enviando otro grupo de voluntarios del que yo formaba parte.

El trabajo allí era muy variado, aunque la mayoría era de perfil sanitario, podías hacer de todo. Yo en los 15 días que he estado no he parado en ningún momento, siempre hay algo que hacer: desde repartos de leña, comida, ropa, material de higiene personal y aseo… hasta sentarte en alguna de las tiendas con cualquier familia y tener el placer de compartir un buen té “disfrutando” de sus maravillosas experiencias de vida. Idomeni ya ha desaparecido, pero para poder colaborar realmente hacen falta ganas, muchas ganas, hay tarea para todo el mundo que tenga interés e intención de colaborar, no necesariamente algo estrictamente sanitario…

Baúl de los Recuerdos

Idomeni era algo más que un campo de refugiados, eran familias completas, otras desestructuradas, jóvenes que viajaban solos dejando atrás toda su familia, niños que encuentran juego en cualquier trozo de tierra mojada que había, ancianos aburridos de ver que pasan los días y no tener nada que hacer… Para mi ha sido una experiencia maravillosa, he tenido la oportunidad de conocer gente estupenda (refugiados y voluntarios), ha sido una lección de vida constante, cada día que llegaba al campo era cargar las pilas y dar lo mejor de mi para disfrutar de la sonrisa que te brindan a cada mínimo gesto que tienes con ellos.

Mi día allí comenzaba a las 08:30, sonaba el despertador y tocaba disfrutar del magnífico desayuno que teníamos en el hostal, al terminar, cargar mochilas al coche y tras 25’ de trayecto llegábamos al campo. Entrar en el campo era algo especial, los niños te veían venir de lejos y al grito de “Hello my friend!” te daban los buenos días acompañados por un riquísimo vaso de té. Conseguíamos llegar a la Yellow Tent (Punto Sanitario en el que trabajábamos) y empezábamos a pasar consulta y atender necesidades (ropa, higiene, aseo personal…). Paramos a ratos para jugar con los niños, a darnos paseos por el campo y hablar con diferentes familias y conocer sus necesidades…. pasaban los días y te ibas adaptando, empiezas a sentirte uno más, a compartir desayunos, largas conversaciones sobre las diferencias culturales, sobre comida, matrimonios, niños, trabajo… todo acompañado de manjares que te preparaban con lo poco que tenían para comer. 

Tuve la suerte de conocer a Osman y su fantástica familia. Se trata de un niño de 7 años con parálisis cerebral, con dos hermanos que son maravillosos. Mi día a día con Osman y su familia ha sido de lo mejor que me ha pasado en esta experiencia, no solo por lo que he aprendido pudiendo tratar a un niño así, sino por cada gesto de agradecimiento que tenían tanto sus padres como Munir y Jamil (sus dos hermanos) cada día que me veían entrar en su tienda.

Junto a Osman, niño afgano de 7 años con parálisis cerebral que llegó al campamento de refugiados.

Además de Osman, he conocido otras tantas familias, jóvenes, niños, ancianos… con historias geniales, de estas que te ponen los pelos de punta y aunque no hables el mismo idioma, hay algo que se transmite y te dice que estáis juntos, sensación de complicidad y una amistad que una frontera no puede romper. Conoces historias desgarradoras de profesores, médicos, abogados, ganaderos, fruteros… que se ven viviendo en una tienda de campaña y cocinando con fuego, son verdaderas lecciones de vida que te hacen replantearte muchas de las cosas de las que nos quejamos día a día, sin tener motivos para ello.

Me siento afortunado de haber podido hacer buena amistad con muchos de los refugiados, con quienes prácticamente tengo contacto día a día vía Whatsapp o Facebook y sabiendo que antes o después volveremos a tener la oportunidad de terminar esas horas y horas de conversaciones que se han quedado en el tintero, y seguir forjando esta amistad surgida en semejantes condiciones. Me ha permitido conocer el lado más humano del ser humano (valga la redundancia), más puro y más sencillo…el verdadero valor de una sonrisa, y la complicidad de una mirada entre “desconocidos” que comparten algo más que un vaso de té.

Es una experiencia que recomiendo totalmente a todo aquel que tenga una mínima intención de ayudar, que sienta esa chispa de darse a los demás y crecer como persona, de aportar lo mejor de sí para crecer y poder facilitarle en cierta parte la vida a gente que lo necesita.

Junto al otros voluntarios, Osmán y su familia

Escrito por

Escrito por

Julio Araujo

Ubicación

Idomeni, Macedonia Central, Grecia

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