Conocía la Asociación Bocatas porque amigos míos habían hecho voluntariado los viernes por la noche llevando cena a los drogadictos de la Cañada Real. La vida da muchas vueltas y te lleva por caminos que favorecen encuentros y experiencias que te cambian. Hace dos años decidí darle un giro profesional a mi vida y dejar mi trabajo en banca para dedicarme a la educación. El jefe de estudios del colegio donde estoy trabajando ahora, es uno de los fundadores de Bocatas y durante el confinamiento organizaron asistencia a familias en situación crítica. Me ofrecí en seguida para ayudarle y en el primer reparto de comida cuando nos confinaron en marzo, lo hicimos unos 4-5 voluntarios a unas 20 familias. Recuerdo que era miércoles. Acudí al almacén de la Parroquia de Santo Tomás Apóstol con un salvoconducto en el móvil y muerta de miedo por si me paraba la policía. No había un alma en la calle. Allí me encontré con otros voluntarios (debíamos ser 6 o 7 personas en el almacén) y descargamos un camión de fruta que llegaba del Banco de Alimentos. Después organizamos cajas de comida con lo que había en el almacén (algo de fruta y verdura, legumbres, pasta,...). Lo cargué todo en el coche y con una lista de nombres, direcciones y teléfonos me fui hacia el centro. Llevaba comida a 5 familias y la consigna era dedicarles unos minutos para hablar y que pudieran contarme su situación. Porque tan importante era poderles llevar alimentos como hacerles compañía y escucharles. Me imponía la tarea. Recuerdo la sensación de felicidad al terminar la ronda, "el subidón" que sentía. La sensación de haber hecho algo importante. Llevábamos ya algunos días confinados, con noticias terribles y necesitaba hacer algo, ponerme en marcha, poder aportar mi granito de arena. Llamé a Nacho eufórica para decirle que quería repetir y recuerdo que me dijo "Estamos hechos para dar vida". Y vaya si la dimos. Cada semana crecía exponencialmente el número de familias que solicitaban ayuda y el número de voluntarios que se sumaban a la causa y así hasta más de 1.000 familias y más de 400 voluntarios. Todo organizado en un almacén de una parroquia, por un equipo pequeño de personas, pero todas con una entrega y dedicación espectaculares. Y no sólo repartíamos comida y compañía. Llegamos a conseguir neveras, lavadoras, cunas, carritos de bebé, alojamiento, ropa y calzado, medicinas, pañales, .... Gracias a la solidaridad de las personas, conseguimos cosas grandes que parecían imposibles. Y encontramos muchos héroes en nuestro camino. Yo quiero nombrar especialmente a una farmacéutica de Vallecas, Penélope, que empezó cuidando a los ancianos de su barrio que debido al confinamiento no podían recibir la visita de sus familias y estaban muy solos. Penélope nos brindó una ayuda infinita para conseguir medicamentos, pañales y leche infantil, y su farmacia se convirtió en un almacén de alimentos para las familias más desfavorecidas de su zona.
En julio hicimos el último gran reporto, aunque muchos de nosotros todavía sigue en contacto con sus familias y esporádicamente les llevamos alimentos o les ayudamos con alguna necesidad. También hemos repartido juguetes estas navidades.
Sé que es un tópico pero es totalmente cierto, al final recibes mucho más de lo que das.
La Asociación sigue recibiendo voluntarios. En el almacén sigue habiendo mucho trabajo. Ahora las familias van a recoger la comida a la Parroquia.
Además, todos los viernes del año siguen llevando la cena a la Cañada Real.
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